La señora Olivia Carmona Reyes, de 62 años, tiene una risa contagiosa, de esas que iluminan los espacios. No es muy alta, y camina con una tranquilidad ceremoniosa. Goza del don de los buenos maestros: dar lecciones difíciles de olvidar.
Como sanjacintera, su herencia ancestral, que está expresada en el tejido de la hamaca, viene de los indígenas zenúes, legado que fue pasando de generación en generación, hasta llegar a ella cuando apenas tenía 12 años. Eso la enorgullece.
Para la maestra, los indígenas que habitaron los Montes de María eran inteligentes, sabios y creativos y hay que decir que ella también tiene esas cualidades.
“Esto es tradición. Aprendí viendo a mi abuelita y a mi mamá. Se empieza haciendo cositas pequeñas, como fajas. Lo hice porque me gustó desde niña el tejido y todo lo que tenía que ver con la cultura”, empieza.
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